La fe alimenta nuestra esperanza de victoria. Saldremos victoriosos de esa lucha de cada día contra el mal - la cizaña - porque, sin darnos cuenta crece junto a nosotros y nos amenaza con ahogarnos en los momentos que detecta nuestras debilidades y flaquezas, impidiéndonos que crezcamos, que demos buenos frutos y que salvemos nuestra buena cosecha.
Por eso, conviene permanecer unidos al Señor y en permanente súplica, pidiéndole fortaleza para resistir y no dejarnos engullir por sus tentaciones y seducciones. No dejemos nunca de pedir la Gracia del Espíritu Santo para, fortalecidos en Él, soportar, resistir y superar todos esos contratiempos, dificultades y tentaciones que buscan seducirnos y ahogarnos para impedir nuestra cosecha de buenos frutos.
Tratan de apartarnos del Señor. Pidamos, pues, con insistencia y perseverancia sostenernos firmes junto a Él hasta la hora de la ciega para que, por la Gracia del Señor, seamos preservado de ser arrojados por la cizaña. Amén.
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