En nuestro bautismo hemos recibido al Espíritu Santo, y en El y por su Gracia, podemos proclamar la Divinidad de nuestro Señor Jesús, el Hijo de Dios Verdadero. Y lo podemos decir, a pesar de nuestras dudas, de nuestra naturaleza frágil y pecadora, por la Gracia del Espíritu Santo. Creemos en Ti, Señor, y reconocemos nuestros miedos, nuestras debilidades y nuestros pecados. Pero, a pesar de todo, nuestra esperanza está puesta en tu Palabra y en tu promesa de salvación.
Es verdad que nuestros corazones están llenos de dudas y nuestra fe se tambalea débilmente seducida por las tentaciones de este mundo. Es verdad que nuestra naturaleza busca y le apetece el poder, las riquezas, los placeres y, acomodados placenteramente, nos sentimos inclinados a discutir tu Palabra e incluso ponerla en duda. Por eso, muertos de miedo de tener que renunciar a nuestras apetencias, te exigimos pruebas que nos aseguren una vida mejor. ¡Falta de fe, Señor, en tu Palabra!
¿Qué podemos pedirte, Señor? Aumenta nuestra fe, Señor, y danos un corazón dócil y confiado en tu Palabra. Disipa nuestras dudas y, a pesar de que nos acompañaran toda nuestra vida, danos esa fortaleza, sabiduría y voluntad para poder siempre soportarlas y superarlas. Nosotros, por nuestra parte, prometemos permanecer a tu lado y alimentarnos de tu Palabra, tu Cuerpo y tu Sangre en la Eucaristía. Gracias, Señor. Amén.
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