El misterio de Dios nos sobrepasa. No cabe en nuestra cabeza y, solo por la Gracia de Dios podemos avivar nuestra fe. Pero, somos libres y, como consecuencia y responsabilidad de esa libertad, necesitamos poner algo de nuestra parte. Dios ha querido que nosotros tengamos la última palabra en cuanto a decidir nuestra elección: abrimos nuestro corazón a su Palabra y creemos en Él, o nos cerramos y le damos la espalda. Es decir, se trata de elegir la vida o la muerte.
De eso se trata, pedir la fe - don de Dios - para, poniendo todo lo que está de nuestra parte, abrirnos a su llamada de Amor, o, por el contrario, tomamos el camino por el que optó aquel joven rico del Evangelio cuando Jesús le invitó a seguirle.
Es cuestión de decidir, para eso, Dios, nuestro Padre, nos ha dado la libertad. Pero, no podemos olvidar nuestra naturaleza heridia por el pecado. Somos débiles y sometidos a esas seducciones del mundo, demonio y carne. Por tanto, por nosotros mismos no podemos liberarnos del pecado.
Si optamos por ese camino, nos equivocamos. Pidamos, por tanto, la Gracia para elegir bien con la seguridad de no equivocarnos. Es el único y verdadero camino que el mismo Jesús nos invita a caminar siguiéndole. Pues, nos dice: Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Amén.
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