Cuando tu vida está injertada en Cristo, se convierte en una oración permanente. Porque, cuando te esfuerzas en actuar siguiendo la Palabra y la Voluntad de Dios, estás orando. Tu vida es una oración permanente cuando tu corazón palpita - incluso durmiendo - en la Voluntad y la Palabra de Dios.
Experimentas impulsos, empujones y hasta quien te abre caminos que tú ni habías soñado para que sigas adelante en esa misión que se ha presentado en tu vida. Te sientes tan sorprendido que incluso llegas a preguntarte: Pero, ¿por qué hago esto? ¿Quién me mueve y me empuja a hacerlo?
Cuando tu vida se convierte en una oración permanente, ella misma se encarga de ir dejando huellas que anuncian esa Buena Noticia de Salvación. Porque, la Noticia es esa. ¡Estamos salvados por los méritos del Amor y la Pasión de Cristo! ¡Su Muerte de Cruz nos da la Salvación y la Misericordia de nuestro Padre Dios!
La realidad es que nuestra pequeñez y pobreza nos impide tomar conciencia de ese Amor inmerecido, Infinito y Misericordioso de Dios. Es totalmente gratuito y porque Dios nos quiere porque misteriosamente porque sí. ¡Dios mío, que privilegio! Danos, Señor, la sabiduría de darnos cuenta de esa Gracia Infinita y Misericordiosa que nos regala y que nunca podremos pagarte, Ni tan siquiera corresponderte. Todo es Gracia.
Y, en estos momentos me dan ganas de llorar, no nos damos cuenta. Incluso, te exigimos, te reprochamos y hasta nos enfadamos cuando nuestros torpes pensamientos y proyectos no coinciden con los Tuyos. Llegamos a pensar que, incluso, son mejores que los tuyos. ¡Qué ilusos somos! Perdónanos, Señor, y abre nuestro pobre y pecador corazón a la Luz de tu Espíritu, para que guiados por Él encontremos la Gracia de saber de tu presencia y de alabarte y adorarte permanentemente cada instante de nuestra vida. Amén.
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