Hay mucha gente que se queja porque no tiene fe. Otros, la exigen y se justifican que no la tienen porque no se la da Dios. Y otros ni la buscan ni la quieren. La fe es un don de Dios y solo Él nos la puede dar. Pero, al crearnos libre es nuestra responsabilidad el pedirla, el quererla, el buscarla y el abrirnos a su Amor. Para recibir nuestra fe, en última instancia, dependerá de nosotros. Dios, nuestro Padre, nos la da gratuitamente, pero, nos pone una sola condición: abrirnos a su Gracia.
Para ello, tendremos que pedir un corazón humilde, un corazón capaz de abrirse a esa Gracia y dejarse invadir por ella hasta el punto de que esa fe, sembrada en nuestro corazón, crezca y fermente llenándonos de esa fortaleza, de esa capacidad y ese amor para que seamos testimonios de la presencia del Reino de Dios en este mundo.
Y con esa intención le pedimos al Señor, desde este rincón de oración, que transforme nuestro corazón y nos dé esa capacidad humilde de abrirnos a la fe para que, como si de un grano de mostaza se tratara, crezca en nuestro corazón hasta inundarlo plenamente. Amén.
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