El problema empieza con nuestras propias pretensiones. Entramos en una comunidad, una parroquia o un grupo, y, al poco tiempo, cuando ya entramos en confianza, queremos que las cosas sean de nuestro agrado. O encontramos muchas cosas que no nos gustan y criticamos. Hacemos capilla y causa común con aquellos otros que piensan como nosotros y queremos cambiarlas. Eso choca con los otros u otros que piensan otras cosas. Y se arma el lío.
Y nunca se acaba, porque cuando se decide una cosa, aparecen otros que piensan diferente. El problema es eterno porque nuestro corazón no ama como ama el de Cristo, nuestro Señor. Por lo tanto, la clave es amar como ama el Señor. Por eso, Él es el fundamento de la comunidad, de la parroquia, del grupo o de aquellos que se unen para amarse. Porque, cuando se trata de amor se trata de poner a Cristo Jesús en el medio. Son Palabras dichas por Él: "dónde dos o tres se reúnen en mi Nombre, allí estoy Yo con ellos -Mt 18, 19-20-.
Por lo tanto, no desesperemos cuando aparezcan los problemas en la comunidad, grupo o parroquia ni tampoco rasguemos nuestras vestiduras, porque es lo lógico dada la naturaleza de nuestra capacidad de amar. Tengamos paciencia y miremos al Señor que está entre nosotros. Él suavizará nuestro corazón y nos convertirá en la medida que nosotros colaboremos con Él.
El Espíritu Santo está para fortalecernos, danos la sabiduría de aprender, de tomar buenas y acertadas decisiones y de superar todas esas dificultades que se desprenden de nuestro corazón humano y carnal. Nos irá convirtiendo en la medida que también nosotros nos dejemos convertir, porque la clave no es cambiar al otro, sino aceptarlo tal y como Cristo me acepta a mí. Será Él que nos cambie. Simplemente necesitamos confiar y tener fe en el Señor. Así se lo pedimos. Amén.
1 comentario:
Parece difícil... Pero sin duda. Nada es imposible para Él. Así sea.
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