Me experimento pecador, y me avergüenzo de seguirte defraudándote a cada momento. Confieso que me da vergüenza y que ese sentimiento me desanima y se me hace duro perseverar. Pienso que siempre lo mismo, que mi vida se hace una hipocresía y una mentira. ¿Hasta cuándo, me pregunto, Señor?
Pero, leo y oigo por otros, lo que Tú has hecho con la mujer adultera y hasta con Pedro. Y las Escrituras me hablan de esa parábola que cuentas del hijo prodigo, y me corazón se enciende y se agita. Nace en mí la esperanza de que me trates como a esos que has salido al paso de tu vida.
Y Tú, no solo me esperas, sino que sales a mi encuentro, me lo dices cuando hablas de la oveja perdida. Y eso me llena de esperanza, de alegría y de deseos de abandonarme en tus brazos. Señor, hoy me vuelves a repetir que has muerto por mí, y que con tu muerte has pagado mi rescate. Eso significa que estoy salvado.
Dame, Dios mío, la Gracia de darme cuenta, de darme cuenta que tu Amor me salva y que, si quiero yo salvarme, sólo tengo que seguirte y vivir ese amor del que Tú me llenas y me regalas. Sé que eso no es fácil, pero cuento con tu Gracia, y también con la ayuda de la Iglesia, que Tú has dejado para que todos unidos y juntos podamos llegar a Ti.
No hay comentarios:
Publicar un comentario