Esa es la pregunta que todos los días palpita dentro de mi viejo corazón. Y es que en la medida que mi corazón se rejuvenezca, también mi pregunta irá tomando sentido y aclarándose. ¿Quién soy yo?, porque en la medida que vaya respondiendo a ese interrogante, iré respondiendo al verdadero sentido de mi vida.
Arde en mi interior un deseo enorme de trascender. Mi ser no se limita a las cosas de aquí abajo, aspira a algo más, a algo tan grande como la eternidad. ¿Acaso no estoy aquí para ser eterno? Experimento que aquí abajo no se queda nadie. Van muriendo todos aquellos que me ha precedido en el tiempo, y por sentido común, morirán primero mis padres y personas mayores que yo.
Sin embargo, a pesar de experimentar que eso va sucediendo en la vida, sigo con ese deseo ardiente de aspirar a la eternidad. ¿No les pasa eso a los animales? Indudablemente que no, y si es así, supongo que somos distintos de ellos. Por lo tanto, debemos buscar dónde está esa diferencia que nos eleva y nos hace seres superiores. Buscar razones que le den sentido a nuestra vida y que nos orienten a comportarnos mejor que ellos, porque la experiencia me dice que ocurren cosas en este mundo que nos asemeja a ellos.
Descubrir que por encima de mí ser hay algo que me trasciende, me hace dirigir mi vida por otro camino diferente al que me propone el mundo, y me descubre que el amor es el verdadero valor de esta vida. Y brota en mí la necesidad de elevar mi espíritu y clamar la Gracia del Padre que me ha dado todo mi ser. Porque es el amor lo que nos hace diferentes y eternamente felices. Y ahora, ¿se te ocurre algo que buscar y de lo que estás necesitado? ¿Y sabemos donde buscarlo? Seguro que Alguien está esperando que se lo pidas.
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