A pesar de ser de día, de que hace un sol radiante, la luz de este mundo no es suficiente para caminar por el camino de mi propia vida. Todo, si no estoy contigo, Dios mío, me tienta, me provoca y me sumerge en la pereza, el abandono y la tentación.
No es que el vea el mundo malo, pues Tú lo has creado para nuestro gozo y disfrute, pero el hombre que lo habita vive de espalda a Ti, y lo pervierte todo. No quiere escucharte y se deja guiar por las falsas promesas de felicidad que Satanás le propone y le da. Uno de los tuyos sufrió ese acoso y se dejó guiar por la oscuridad que Satanás le propuso como felicidad.
El camino de mi cruz está sembrado de tentaciones, de falsas promesas, de bienestar, de comodidades, de no te preocupes por nada, de vivir bien, de ver el sufrimientos de otros, pero mirar para otro lado. De preocuparme por mí, con eso tengo bastante, y resignarme con el sufrimiento de otros. Las noticias, la presa, la radio, la tele y otras cosas más, nos llenan de música la vida, pero una música efímera, finita e hipócrita, pues está apoyada en el egoísmo y no en el servicio y el amor.
Y todas esas cosas perecen llegada su hora. Sácame, Señor, del fango que este mundo fábrica y sálvame de caer en sus manos.
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