Está claro que dónde esté mi corazón allí estará el interés de mi vida. Y saber esto es de suma importancia, porque equivale a saber el rumbo que tengo que trazar en el camino de mi vida. Y esto a su vez supone el fin y la meta que persigo.
Ahora, valorar la medida de ese tesoro supone aun más, porque de ello se desprenderá si todo ese fuerzo va bien dirigido o terminará en nada. O dicho de otro modo, si ese tesoro buscado es pura basura que terminará en nada, es decir, será caduco, o será el bien buscado y eterno que deseo.
Saber pues, que puentes hay que cruzar y que quemar es cosa de gran importancia en nuestra vida. Lo más importante diría yo, y en ese menester debemos estar empeñados para llegar a buen puerto. Mejor, llegar al único y eterno puerto al que aspiramos y luchamos para llegar.
Luego, saber dónde pongo mi corazón es cosa de vital importancia, y a eso nos puede ayudar mucho el valor de las cosas que nos rodean. Experimentar que todo por lo que luchamos está destinado a la caducidad finita, nos revela que bien poco merece la pena. Sin embargo, todo aquello que apunta a la vida eterna es de buen agrado y se estima en infinito valor. Buscarlo dónde realmente debe estar es y será lo más valiosos e importante de la vida.
Señor, mi única esperanza, que en los momentos de desierto y desconcierto ante el futuro, el final, la vida... crezca siempre entre nosotros el anhelo de tu encuentro, ser acogidos en tus brazos. Ayúdanos, además, a ser testigos y guías de tu Misterio. Ser capaces de ofrecer a todos los que te buscan una respuesta, un por qué, un sentido.
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