Son preguntas que nacen en mi corazón y buscan respuestas por todo mi ser. Te busco Señor, pero, ¿por interés, porque me prometes la vida y felicidad eterna? ¿Es esa mi primera y única intención? En realidad, ¿te busco por propio egoísmo?
Son preguntas que se mueven dentro de mí y me hacen revolverme inquietamente. Confieso que algo de eso hay, mejor, creo que casi todo. Te busco para que me des de comer, esa comida, ¡también material!, pero sobre todo espiritual, que alimente mi alma hasta la vida eterna. Sí, confieso que me muevo por eso.
Soy un pobre pecador, un publicano más de los de tu época, miserable y pecador, que no trata de ocultar mis pecados ni tampoco esconderlos. Los pongo delante de Ti, y confío en tu Misericordia, Dios mío. Sé, y esa es mi confianza, que lo único que quieres de mí son mis pecados, porque Tú quieres purificarme y santificarme, y esa es la razón, ¡la única razón!, de entregarte a una muerte de Cruz para mi salvación y la de todos los hombres.
Y yo quiero entregártelos, Señor, porque sé que Tú los puedes transformar. Tú puedes hacer que mi corazón, ya no te busque por puro egoísmo de salvación, sino que desee corresponderte nada más que por tu Amor, hasta el punto que, como diría Teresa de Ávila, que si no hubiese Cielo te quisiera y si no Infierno, te temiere...
Por eso, mi preocupación no llega a desesperarme, porque sé que Tú Misericordia y tu Bondad lograrán transformarme por la acción de tu Espíritu. Amén.
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