Mateo 5, 13-16 |
Si
la luz está debajo de la mesa, rinde poco, apenas alumbra y se
desperdicia toda o casi toda su energía. Su misión sería desparramar
toda esa energía al máximo radio de sombra para iluminarlo. No tiene
sentido dar luz y no alumbrar donde está y permanece la sombra.
El
milagro, pues, no es tener esa luz, que también. El milagro es saberla
repartir y dejarla libremente que llegue a los mayores lugares de
oscuridad posible. Porque no tiene sentido vivir en la luz y dar sombra.
Por lo tanto, de nada nos vale tener la Vida de la Gracia, luz en el
corazón, si luego esa luz se queda ahí mismo. Posiblemente sea un
espejismo, una apariencia de luz, pero nunca luz verdadera.
Porque
la luz verdadera es la que llega y alumbra lo que se esconde en la
oscuridad y permanece a su lado. Esa luz nos testimonia que nuestra vida
de gracia esta viva y nos viven dada de lo alto y refleja la Voluntad
de la suprema Luz que alumbra a todos.
Tratemos
en el Espíritu de ser luz, pero luz que trascienda de nosotros y
alumbre todo el camino que seamos capaces de recorrer, repartiéndola
gratuitamente a todos aquellos que la buscan sin saber donde encontrarla
o que la buscan erróneamente en la misma oscuridad.
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