Se nos viene el mundo encima, pero no hay otro camino. Es necesario que seamos capaces de tomar el reto de nuestra propia cruz. Es necesario morir para darnos en amor y por amor como hizo nuestro Señor. Sin muerte no hay frutos, y tomar ese camino de entrega total hasta la muerte si es preciso, no se puede superar sin la asistencia del Defensor, del Paráclito, de la asistencia del Espíritu Santo.
¡Ven Espíritu Santo, y dirige nuestros pasos por el camino de nuestra vida! Despejanos el horizonte y marcanos la ruta a seguir aunque aparezca a nuestra vista difícil y dura de recorrer. Contamos con tu fortaleza, con tu paciencia, con tus consejos, con tu inteligencia, con tu entendimiento, con tu sabiduría. Somos consciente que tenemos al mejor Defensor, único e invencible, y en, con y por Él saldremos victorioso de la batalla de nuestra vida.
Te damos gracias, Señor, por tus desvelos, por no dejarnos abandonados, por la promesa del Paráclito defensor y de tu ayuda incondicional que nos desvela el amor inmenso de tu Padre Dios que te ha enviado para liberarnos del Príncipe de este mundo.
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