Es el camino, no hay otro, ni tampoco excusas. Se llama "perdón". No es el nombre de un pueblo, ni tampoco de una vía o senda. Tampoco es el nombre de una persona o cosa. Es simplemente una actitud que hay que llevar en el camino, siempre dispuesta a vivir y poner en práctica. Porque cuando se vive y se pone por obra, supone antes que ha habido amor, porque sin amor nunca se podrá perdonar.
El perdón supone a priori que ha habido amor, pues es el amor quien habilita y prepara para que se realice el perdón. Primero se ama, y luego se perdona. ¿Será esta la razón por la que Jesús le pregunta a Pedro, tres veces, si le ama? ¿Le querrá advertir tanto de su amor que le ha perdonado su triple negación?
¿Nos querrá descubrir la magnitud de su Amor por el que nos ha perdonado tanto? ¿Y nos querrá seguir diciendo que tanto nos ama que seguirá perdonándonos todos los días de nuestra vida? ¿Y esa experiencia no nos descubre la necesidad que tenemos nosotros también de perdonar, por su Amor, a los demás, tal cual Él lo hace con nosotros?
Simplemente, sin más razonamientos ni complicaciones propias de nuestra humanidad pecadora, pidamos con confianza al Padre Dios que tanto nos Ama, que nos dé la voluntad y fortaleza necesaria para perdonar también nosotros a los demás. En Jesús y en su Espíritu tenemos esa fuerza que tanto necesitamos. No dejemos de aprovecharla y pedirla, pues el Padre solo necesita nuestra confianza y peticiones para dárnosla. No quiere más.
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