Ese es el camino, querer y querer creer. No está en nuestras manos, limitadas y finitas, comprender algo tan grande e infinito. Nuestra naturaleza finita no puede abarcar algo infinito. Por eso, simplemente por eso, la fe es un don de Dios. Un don que nos regala y nos da gratuitamente.
Pero ese don, a pesar de que sea gratis, tengo yo que buscarlo, desearlo y sobre todo pedirlo. Por eso, Señor, a pesar de mi ceguera, de mis tribulaciones, de mis titubeos y dudas, de mis desánimos y mi inconstancia humana, yo quiero seguir gritando como Bartimeo: Señor, que vea, pero que vea tu Divinidad, tu Amor y tu presencia entre nosotros.
Fortalece mi voluntad debilitada por los apegos y las cosas de este mundo, y aunque sea lleno de dudas y fracasos, llena mi boca de palabras que griten y clamen por tu presencia. Quiero creer y amar, porque sé que ese es el camino que me dará la felicidad que tanto busco en Ti.
Amar en las pequeñas cosas de cada día, y que son las que cuestan, exigen y descubren que mis palabras quieren ser de verdad, y no falsas mentiras que aparentan amar. Dame Señor esa fuerza y voluntad para cumplir con responsabilidad y libertad gratuita los compromisos que has puesto en mi vida.
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