Esa es la fe que nos sostiene: "Tú has Resucitado y vives entre nosotros", y tus apariciones en estos cincuenta días antes de la venida del Enviado y Defensor nos lo confirma y nos sostiene. Te marchas, pero prometes quedarte entre nosotros. Vivo bajo las especies de pan y vino, para nuestro alimento y sostén.
Y en el Espíritu Santo, señor y dador de vida, de Vida Eterna que nos fortalece y convierte. Con Él arranca la Iglesia, tu Iglesia, Señor, y en ella nos sentimos salvados, protegidos, acompañados, alumbrados, asistidos y alegres. Es el Espíritu quien nos ilumina y nos infunde valentía y fuerzas para amar y vencer en el amor.
Los de Cristo vencemos las dificultades tal y como Él las ha vencido, a
pesar de que en nuestra vida también hayamos de pasar por sucesivas
muertes y resurrecciones, nunca deseadas pero sí asumidas por el mismo
Misterio Pascual de Cristo. ¿Acaso no son “muertes” la pérdida de un
amigo, la separación de la persona amada, el fracaso de un proyecto o
las limitaciones que experimentamos a causa de nuestra fragilidad
humana?
Pero mantenemos la esperanza, y por ello, te damos gracias, Señor, porque tu presencia y tu pasión nos da la victoria de sabernos vencedores de todas las dificultades y sufrimientos que el camino hacia ti nos depara. Por eso también vamos juntos en la Iglesia, porque como Iglesia nos fortalecemos, nos pertrechamos los unos con los otros, nos asistimos y nos amamos. Ese amor nos salva, porque cuando amamos estamos cumpliendo tu Voluntad. Amén.
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