Sí, esa es la realidad, nos sentimos débiles e incapaces de cumplir la voluntad del Padre. Los peligros que nos acechan amenazan nuestra salvación, y necesitamos encontrar el camino, la verdad y la vida que nos fortalezcan y nos transmitan el espíritu de salvación al que estamos llamados.
No hemos sido creados para la muerte sino nacidos a la vida, esperamos alcanzar la Vida Eterna a la que estamos destinados. Dios, nuestro Padre, nos ha creados para vivir eternamente y gozar de su presencia para siempre. Quedarnos sin esa presencia de Dios significaría la muerte, y eso solo nos puede ocurrir si rechazamos su presencia y mensaje de salvación.
Por ello, necesitamos la oración constantemente para no desfallecer y estar siempre alertas y atentos a la acción del Espíritu. El Espíritu que nos asiste, que nos alerta y nos prepara para la lucha diaria contra los enemigos que nos perturban y nos tientan. La oración y la Eucaristía fortalecida en la Penitencia, serán nuestro diario alimento que nos hará fuertes e invencibles, para lograr alcanzar el camino de salvación.
Envía Señor tu Espíritu y llena nuestros corazones de tu Luz para que seamos fieles a tu Espíritu y nuestros corazones sean renovados de nuevo.
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