No puedo caminar solo. Me derrumbo a la primera de cambio. Me pesan mis piernas, mis fuerzas se fatigan y se desgastan. Se me hace muy pesado avanzar y mi corazón se vuelve frío, congelado y de piedra. Experimento que estoy hecho para una misión que yo solo no puedo cumplir. Necesito tu presencia, Señor, y tu Fuerza salvadora.
Al mismo tiempo, me consuela saber que Tú me entiendes y comprendes. Sé que Tú sabes de mi naturaleza caída por el pecado, y me asombra ese misterio de tu gran Amor hacia el hombre. En él descansa mi esperanza y mi fe. Y ellas me mantienen y me mueven. No soportaría el camino sin tu presencia y tu amor.
Por eso, Señor, te doy las gracias, pero no puedo dejar también de pedirte todo lo que necesito para continuar la marcha: paciencia, perseverancia, esperanza, capacidad para sufrir, pero sobre todo, amor. Amor como el Tuyo, entregado sin condiciones y olvidado de Ti mismo. Sé que Tú quieres dármelas, y confío en ser capaz de yo recibirlas. En eso está mi camino y mi lucha de cada día.
No permitas, Dios mío, que me desvíe, que me despiste y el mundo borre tu Rostro de mi corazón y mente. Mantenme agarrado a Ti y no dejes que me suelte. Amén.
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