Gracias, Dios mío, por quedarte entre nosotros. No te vemos con los ojos de nuestro cuerpo, ni te tocamos con las manos de nuestros brazos, pero te percibimos con el espíritu de nuestro corazón y te sentimos con la fe de nuestra alma. Tú, Señor, estás entre nosotros porque tu Palabra así nos lo dice, y así nosotros la acogemos fiados de Ti y de tu presencia entre nosotros.
Percibimos tu aliento, tu fortaleza y tu poder, y sobre todo, tu Cuerpo y Sangre bajo las especie de pan y vino, que nos alimentan y nos dan la vida hasta tu regreso. En Ti confiamos y en Ti nos alegramos, porque tu eres nuestra esperanza y nuestra vida.
Danos Señor la fortaleza de espíritu que necesitamos para, a pesar de lo empinado del camino, podamos soportar todos los contratiempos que el cargar con nuestra cruz nos exige. Que nunca perdamos la confianza y la esperanza de sabernos acompañados y fortalecidos en el Espíritu Santo, y que no perdamos de vista la esperanza y la certeza de esperarte confiados en tu regreso. Amén.
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