Los sentimientos son incontrolables, de tal forma que entran y salen a capricho. Sé que no debo tomar azúcar, pues será malo para los diabéticos, pero, aún sabiéndolo, somos vencidos por la tentación en muchos momentos. Incluso con todo lo que supone de peligro para nuestra integridad física.
De la misma forma, ocurre con otras cosas que nos acontece en nuestra vida. Los sentimientos no podemos controlarlos, pero sí aceptarlos o rechazarlos. Con nuestra voluntad podemos dejarlos anidar en nuestro corazón, o por el contrario rechazarlos tratando de que de la misma manera que han entrado, salgan de nuevo por la puerta de atrás. Sin hacer bulla ni escándalo. Sin que se note ni tengan consecuencias.
Para ello tenemos la asistencia del Espíritu Santo que nos ayuda, nos fortalece y nos permite salir victorioso de la batalla de cada día. Somos libres, y tenemos voluntad, pues con ellas podemos luchar para, si no controlar, sí impedir que los sentimientos pecaminosos e impuros se establezcan en nuestro corazón.
Pidamos al Espíritu Santo, por intercesión de nuestra Madre la Virgen, que sepamos confiar, serenarnos, tener paciencia y nunca perder las esperanzas de resistirnos a que los sentimientos del mundo, demonio y carne nos pierdan de aguardar la venida del Señor con la esperanza de sentirnos redimidos y salvados por su Misericordia. Amén.
1 comentario:
excelente reflexión, anima y ayuda al crecimiento espiritual de todo creyente sea católico o evangélico... siga siendo ese instrumento en las manos de Dios. Que nuestro Señor Jesús venga pronto!!
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