Me siento mal, pero no, por eso, estoy desesperado ni derrumbado. Simplemente me siento mal, interpelado e incapaz de reaccionar. Podría expresarlo diciendo que me pesa mucho mi cruz. Se me nubla el horizonte, no veo soluciones ni me decido a actuar. Estoy débil, a punto de ser vencido y abandonar la inquietud que me instiga y atormenta.
Experimento la necesidad de ayuda, ayuda concreta a un hermano caído, sometido al vicio de la droga y vencido por tercera o cuarta vez. Sin horizontes de trabajo, de familia, de superación... sobre todo de poder acompañarlo y estimular su integración fuera de esos ambientes. ¿Qué hacer? ¿Simplemente orar?
Y en esta tribulación, Señor, Tú eres mi bastión, mi apoyo, mi descanso, mi esperanza, mi fortaleza, mi poder, mi voluntad, mi todo... ¿A dónde recurrir? ¿Cómo actuar?
Muéstrame el camino, dame los medios y vacíame de todo lo que no seas Tú para, en tu Amor, poder vencerme y darme. Amén.
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