Cada día trae sus penas y alegrías. La vida es una mezcla de ellos, pues el camino supone riesgos, aventura y aciertos. No cabe ninguna duda que tratamos de que nuestros pasos sean seguros y corran el menor riesgos, pero también es verdad que solo en el aventurarnos y correr riesgos acertamos y aprendemos lo que necesitamos para seguir el camino.
El amor es precisamente eso, arriesgar y apostar por el hombre. No será amor querer lo seguro, lo fácil y lo placentero, sino todo lo contrario, lo arriesgado, lo difícil, lo que necesita confianza y apuesta. La fe nos exige eso: confianza en la Palabra de Jesús, y apuesta decidida por vivirla y hacerla real en nuestra vida. Sólo cuando hacemos eso descubrimos que estamos amando de verdad.
Necesito construir mi vida sobre roca, sobre roca firme que sea capaz de soportar vientos y mareas agitadas capaces de derrumbar la fortaleza de mi corazón. Quisiera limpiar los sentimientos de mi vida de toda arena fácil de moverse por el viento fresco y tentador de la aparente felicidad. Quisiera agarrarme a la cruz que me clava, pero me eleva y me convierte en roca firme que me sostiene y llena de auténtico gozo y felicidad.
Y ese eres Tú, Señor, la roca que sostiene mi vida y le da sentido. Lléname de tu fuerza para que, injertado en Ti, sea capaz de soportar todas las tormentas y avatares que sacuden mi vida.
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