Se suele oír: no creo porque no lo comprendo... Y es que no podemos ver cuando la oscuridad nos inunda y caminamos al tiento y sin saber por dónde. Es lo que nos ocurre cuando nos empeñamos en ver con nuestros ojos mal intencionados y confundidos. La oscuridad nos ciega, nos confunde, nos llena de dudas y nos conduce a la muerte.
Necesitamos un corazón bien intencionado, puro, transparente, sin malicia y confiado. Un corazón de niño abandonado al Amor del Padre, que nos dé luz y claridad para ver. Porque cuando nuestra intención es recta y encaminada a Dios, la claridad y el camino se hacen lúcidos, claro, luminoso. Dios solo necesita que le demos nuestra libertad, esa libertad que Él primero nos ha regalado, para transformarla en luz y sabiduría que nos enseñe el camino, la Verdad y la Vida.
Padre nuestro, enséñanos a ponernos en tus Manos, a confiar en Ti. Sabemos de nuestras limitaciones, de nuestra pobreza, de nuestras imperfecciones, y nunca podremos ser como a Ti te gusta que seamos. Sólo contigo y por tu Gracia podemos ser transformados. Y eso te pedimos hoy, hoy que tu Palabra nos dice que solo Tú nos puedes dar esa Luz que nos alumbre el Camino, la Verdad y la Vida. Amén.
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