Nos cuesta movernos. No queremos abandonar nuestro sillón preferido frente a la chimenea de casa, y junto al televisor que nos informa y nos pasan alguna película interesante. Nos gusta esos ratitos que nos dan descanso y felicidad. Y, en verdad, creo que los necesitamos. Pero, también creo que pueden ser un peligro que el diablo nos mete en el cuerpo para que nos acomodemos y no desparramemos nuestros talentos hasta el máximo.
Corremos el peligro, ¡siempre lo estamos!, de aborregarnos, de instalarnos y de medir nuestra fe con cuatro cositas, y más cuando nos elogian y nos ponen en los altares, que nos confunden, nos engañan y nosotros también nos autoengañamos. La fábula del cuervo y la zorra nos puede servir de aviso.
No siendo malo el descanso, justo y necesario, sí debemos estar alerta y prestos a los impulsos de Espíritu que nos implica y nos llama a amar saliendo de nuestros calentitos corazones y compartir ese fuego con otros que han perdido sus esperanzas y se mueven en un mundo hostil y de espaldas a Dios.
Eso suena a aventura, pero es en la aventura cuando experimentamos la presencia del Espíritu y la necesidad de su asistencia y su poder. Dejarnos llevar por su acción nos despertará nuestra fe, nos fortalecerá nuestro espíritu y nos llenará de la Gracia de Dios que hará nuestra vida más gozosa y alegre y nos alumbrará el camino con el don de sabiduría.
Pidamos esa Gracia para estar siempre prestos a los impulsos del Espíritu y a seguir sus pasos.
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