Fue lo que hicieron aquellos dos ciegos. Habían oído las maravillas que hacía Jesús, y en cuanto tuvieron su oportunidad, 1zaaasssss!, la aprovecharon. Saltaron al camino, se le acercaron y le gritaron sin ningún respeto humano que les permitieran ver. No cabe duda que eso supone primero creer que Jesús lo puede hacer, si no es hacer el ridículo y perder el tiempo.
Supongo que Jesús les hace confesar el móvil por el que se le acerca y le piden sanación para descubrirles su fe. ¿Realmente, están convencidos que les puedo devolver la vista? Y ellos, sin ningún respeto humano respondiéron acto seguido, "sí".
¡Claro!, para buscarle y acercarsele, primero hay que tener fe, esa fe que empuja y te pone en camino. Mudar tu corazón no significa pensar de otra forma, significa arrancartelo y ponerte otro según Jesús. Te cambia todo; empiezas a ver de otra forma; encuentras en los hombres, no enemigos, sino personas a las que tienes que acercarte y perdonar.
Descubres entonces que no es fácil, pero experimentas y comprendes que sin Jesús no puedes caminar firme y sobre roca. Necesitas que Él construya tu casa.
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