Sí, porque estamos apegados a la vida. Sabemos que esta vida no es eterna, es caduca, pero nos aferramos a ella con todas nuestras fuerzas. ¡Qué contradicción!, decimos creer y seguirte, pero la realidad es que seguimos nuestros impulsos y nuestros instintos de conservar esta vida. Esta vida caduca y triste, que sólo, cuando Tú no estás, tiene presencia de muerte.
¡
Qué fuerza y que valor el de María! Cuando lo pasamos por nuestra propia vida descubrimos el inmenso valor que Ella tuvo. Su Fíat y su disponibilidad asombran, y tanto que, al igual que san José, con sólo una simple aparición casi silenciosa, sin mediar palabras, sólo con una firme obediencia, llenan la admiración y veneración de ingentes personas creyentes.
Señor, en tus Manos pongo mi salud, mi energía, mis habilidades y talentos, todos los recursos humanos y carismas de tu Espíritu, con todas mis actividades y ocupaciones, con mis éxitos y fracasos, con mi cansancio de cuerpo y alma.
Haz, Señor, que pueda descubrirte a Ti y servirte a Ti en las personas que me rodean y en las que más te necesitan. Llena mi pobreza y pequeñez de tu Gracia y dirige mi voluntad débil y frágil para que, como José y María, acepte y cumpla tu Voluntad.
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