No sería bueno tener un corazón pasivo, quieto, endurecido y sin sentimientos. Tampoco sería bueno tener un corazón conformista, callado, instalado, cómodo y nada inquieto. Un corazón incapaz de compadecerse, de llorar, de dolerse y sufrir. No, Señor, no quiero un corazón así. Quiero un corazón capaz de caminar, de moverse, de mudarse.
Quiero Señor, y te lo pido, que me des un corazón capaz de experimentar el dolor tanto propio como ajeno, y no quedarse en la experiencia pasiva sino en la acción de mudarse de corazón de piedra a corazón de carne. Un corazón activo, en movimiento, en continuo crecimiento y madurez.
Un corazón capaz de gritar, de proclamar, de divulgar la vida amenazada por los hombres que siguen la misma estela que aquel Herodes. Un corazón que manifiesta su disconformidad con la muerte de todos los inocentes que son condenados antes de ser vistos y poder defenderse. Un corazón que no sienta miedo ni soberbia en pedir perdón por todas sus evasiones y disimulos ante la amenaza de muerte que otros le tienden. Un corazón capaz de amar hasta comprometer su propia vida.
Señor, dame sabiduría y fortaleza para poder defender con todas mis fuerzas la vida que Tú nos has regalado, y defenderla como la mayor oportunidad que, por tu Amor, tenemos para corresponder a tanta confianza depositada en cada uno de nosotros.
Señor, es la vida la que nos hace a todos iguales, pues al recibirla de Ti, descubrimos que sólo Tú eres Dueño y Señor de ella.
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