Se hace muy difícil perdonar y aceptar un camino de renuncias, de sacrificio, de entrega y de servicio. Pero sobre todo, de silencio y humildad ante las bofetadas, insultos y desprecio, cuando no violencia, de los que imponen su autoridad por la fuerza y el poder. Se hace muy difícil, porque nuestro corazón de carne estalla y enciende la llama de la furia, de la respuesta de venganza y de lucha.
Pero, Tú, Señor, nos hablas de paz, de sosiego, de esperanza, de humildad y, sobre todo, de amor. Nos hablas de no responder, de obedecer, de protesta serena, sin subida de tono y bañada siempre de paz y de amor. ¿Cómo actuar así, Dios mío? ¿Cómo poder aplacar nuestro corazón vengativo y lleno de ira por las ofensas y castigos recibidos?
Danos Señor la luz para apagar nuestra oscuridad y encontrar el camino de la paz, de la respuesta sosegada, de la serenidad obediente, paciente y esperanzada en el amor, en ese Amor que Tú nos das y nos promete, y que preparas para llevarnos contigo cuando llegue nuestra hora. Amén.
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