No puede ser de otra forma, porque si prometes la vida eterna: «En verdad, en verdad os digo: si alguno guarda mi Palabra, no verá la muerte jamás», Tú tendrás que haber existido siempre. Simple lógica y sentido común. Siempre hay motivos para la duda y para la demagogia, porque se cree más en lo que se ve y en lo que se tiene delante, pero se niega la verdad que se guarda y habita en lo más profundo del corazón de cada hombre.
Porque nadie puede negar que dentro de su corazón yace el indestructible deseo de ser eterno. No se puede desear aquello que no se conoce ni que se puede alcanzar, y, sin embargo, el hombre lo desea, lo quiere y lucha por ser eterno. ¿Quién lo ha sembrado dentro de nuestro corazón? Es de sentido común pensar que si Jesús nos lo promete, es porque sabe que es nuestro mayor deseo y que Él nos lo puede dar. Es más, ha venido para darnos vida en abundancia.
Vida gozosa y eterna en plenitud junto al Padre Dios que nos espera y nos ama. Es la promesa de Jesús para todos aquellos que crean en Él. Pidámosle la fe para creer en Él y seguirle haciendo vida de su Palabra en nuestras vidas
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