Tú Señor eres lo más importante de mi vida. Lo primero y lo que está por encima de todo: familia, trabajo, amigos, intereses...etc. Lo tengo claro, pero creo que no alcanzo a demostrárselo al Señor, ni a mi propia familia y amigos. Todo se queda en buenas intenciones y, si, hay esfuerzos, pero no se cristalizan como a mí me gustaría. Me uniría a Pablo de Tarso al manifestar: "Hago lo que no quiero, y no hago lo que quiero".
Por eso, y eso me ayuda, proclamo, uniéndome al publicano, que soy un pecador que no merezco el perdón, y de no saber y escuchar como el Señor perdona a la mujer adultera, no me atrevería a presentarme delante del Sagrario. Su Infinita Misericordia me invita, me da confianza y me empuja a postrarme como ellos a sus pies y suplicarle Perdón y Misericordia.
En la esperanza de crecer en tu Gracia Señor y fortalecerme de tu Amor me esfuerzo en seguir tus pasos y tratar de imitarte. Me queda mucho, y experimento que sólo en, por y contigo lograré, por tu Amor y Gracia, corresponderte y vivir en tu Voluntad. Por eso, estas humildes reflexiones de cada día son gritos de súplicas y alabanzas que se abren a la acción del Espíritu Santo.
Ven Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles y enciende en nosotros la llama de tu Amor. Amén.
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