Me perdonas, Señor, sin condición, pero me invitas a cambiar de vida, a no permanecer en el pecado porque eso separa y destruye al hombre. Tu perdón va cargado de amor, un amor que construye y que invita al cambio, a renacer a la nueva vida, a la vida compartida, ofrecida y entregada por amor.
Un perdón que necesita llenarse de amor, y un amor que esconde el gozo y la felicidad que andábamos buscando en otros lugares, en otras cosas y lejos de la verdad. Descubrimos que cuando amamos y, por consiguiente perdonamos, despertamos el gozo, la felicidad y la paz que vive en nuestro corazón. Por el contrario, cuando mantenemos una postura egoísta e individualista, nos separamos y sembramos enemistad, rencor, odio y muerte entre los hombres.
Danos Señor la humildad y la sabiduría de sabernos ver interiormente y, ofrecidos al perdón, descubrir que en la medida de también nosotros perdonar, seremos perdonados. Y llénanos de tu fuerza para que, perdonados, sepamos adoptar actitudes en la verdad alejadas de la mentira y el pecado.
Señor, enséñame a perdonar en la misma medida que Tú me perdonas a mí. Porque sólo seré perdonado en la medida que perdone.
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