Es la diferencia entre los que creen en Jesús, «Yo soy la resurrección. El que cree en mí, aunque muera, vivirá; y todo
el que vive y cree en mí, no morirá jamás. ¿Crees esto?». Le dice ella:
«Sí, Señor, yo creo que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, el que iba a
venir al mundo», y entre los que no creen en Él.
La muerte, el azote de todo hombre, no es ningún problema para los que ponemos nuestra esperanza y confianza en el Señor Jesús. Sabemos por las Escrituras que Jesús resucitó a Lázaro, y esperamos también que nosotros, por su Amor y Misericordia, resucitaremos también. ¿Hay algo más grande?
La Resurrección es el fundamento de nuestra fe, porque de no haber resucitado Jesús, todo se vendría abajo. Te damos gracias Señor por revelarnos tu Amor, pues lloraste con las hermanas de Lázaro, y por tu Misericordia que nos perdonas y nos habla de resucitarnos. Te pedimos perdón porque a pesar de recibir rechazos, incomprensiones, indiferencia y desprecio, Tú, Señor, permaneces ahí pacientemente pendiente de nuestras respuestas.
Y seguimos sin entenderlo y sin reaccionar a tanta ignorancia y ceguera. Por eso, Señor, te pedimos que abras nuestra mente e ilumines nuestro corazón para, agradecidos infinitamente, alabarte, adorarte y darte gracias por tanta dicha y gozo.
¡Estamos salvados para siempre porque Tú Señor has vencido a la muerte!
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