Soy un pecador, está a la vista y no lo puedo negar. Y por eso necesito misericordia, la Misericordia que sólo puede dar el Señor, pues ha sido enviado por el Padre para darla a los pecadores. Está claro que sólo la pueden recibir aquellos que se confiesan y son pecadores, pues los que se confiesan que no lo son, ni la necesitan ni la pueden recibir.
Y cuando busco y persigo esa Misericordia que sólo Tú puedes dar Señor, me experimento esclavo. Esclavo porque el pecado me somete. Me siento impotente y no puedo escapar a mi soberbia. Me domina y me saca de quicio y quebranto tu Amor Señor. La pereza, la evasión a todo lo que me causa molestias y preocupaciones me pone muy difícil seguir el ritmo de tu propuesta amorosa, y me doy cuenta que no soy dueño de mí mismo. No puedo aunque quiero seguirte como a mí me gustaría.
Necesito despojarme de ese lastre encadenado que me somete y me apabulla. Necesito romper las cadenas de esa esclavitud que pesa sobre mis espaldas. Necesito fuerzas para poder llevar esa cruz de mis apegos y mis miserias que el pecado echa sobre mis espaldas.
Te necesito a Ti, Dios mío, para que por los méritos de tu Hijo Jesús, reciba la fuerza y el poder de soportar, con y por amor, el camino que me lleva hacia la Casa amorosa del Padre.
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