El camino se hace duro y cansa. Sobre todo cuando los frutos se esconden y tus esfuerzos parecen baldíos. No sabes si lo haces mal, si no das ejemplo, si falseas tu propia vida. Aparecen las dudas y los temores y la fuerzas se debilitan y la arena del desierto dificulta tu caminar.
El calor te ahoga y todo incide que debes parar, pero si paras, posiblemente no tengas fuerzas para volver a caminar. Las fuerzas se agotan y la desesperación amenaza destrucción. Miras y no ves, buscas y no encuentras, y te preguntas: ¡qué hago, Dios mío?
Necesito de Ti para soportar los obstáculos de mi propio desierto. Es mi vida la que me amenaza y la que me hace retroceder. Las montañas de arenas son gigantes que no puedo derrumbar, y me hundo en ellas sin horizontes de esperanza que vigoricen mi camino y mi fe.
Dame la paciencia, la fe y las fuerzas de Juan el Bautista, y que cómo él pueda gritar y clamar mi voz en mi propio desierto, en el desierto de mi vida. Y sin temores, con confianza y esperanza siga caminando tras de Ti.
No hay comentarios:
Publicar un comentario