porque nuestra naturaleza caída está dominada por la soberbia y la autosuficiencia. Nos cuesta doblegar nuestra vanidad, y nuestra soberbia nos incita al pecado y a la negación de todo aquello que venga de afuera. Nos proclamamos dueños y señores de nosotros mismos.
Por eso, Señor, consciente de mis limitaciones y mis pecados, te pido perdón y la gracia de dejar entra en mi corazón la humildad que me lleve a implorarte la fuerza para vencerme y poder llegar a Ti. La fuerza de someter mi orgullo, mi vanidad, mi ambición y mi autosuficiencia, y sentirme necesitado de ser transformado por tu amor.
El mundo me distrae y condiciona los impulsos de mi corazón. Busco ser feliz, pero experimento que lo que el mundo me ofrece me tienta y engaña, y, a pesar de esa experiencia, le sigo y me dejo tentar. No puedo con mis fuerzas, necesito que Tú, Señor me confortes y me fortalezcas para que, injertado en tu Espíritu, pueda salir victorioso de esta lucha por la vida.
La vida eterna, que es la que interesa y la que todos perseguimos. Abre, Señor, los oídos de nuestra inteligencia para que sepamos distinguir tu voz y guiarnos por ella. Amén.
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