Cuando me dispongo a darte a conocer, Señor, descubro y dejo ver lo limitado y pequeño que soy. Hablo y hablo y no pasa nada. Quizás no perciba que una milésima o menos del mundo empieza a cambiar, pero a penas se noto. Experimento que soy una humilde y pequeña gotita de agua en el inmenso mar del mundo.
También tengo la otra experiencia, la del testimonio, pero tampoco dio resultado. Al menos el que yo quería. Sí, agradecido y buen amigo mío, pero no te ha escogido a Ti, el mejor de los amigos. Y me siento, si no fracasado, sí desilusionado, porque el objetivo era que te conociera a Ti.
Pero a pesar de todo sigo adelante, porque eres Tú quien me envías y Tú sabes quien soy, y me conoces mejor que yo mismo. De forma que si me envías, Tú sabrás que puedes esperar de mí. Cuenta Señor que yo pondré todo lo que está de mi parte y que sé que eso no basta, pero cuento con tu Gracia y tu Fuerza y eso me da confianza.
Así Señor que seguiré hablando, escribiendo y esforzándome en dar testimonio con mi vida de tu Plabra, y suplicándote que me infundas sabiduría y voluntad para hacerlo.
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