Mi Iglesia es una. No pueden haber varias, porque sólo una es la fundada por Jesús. Y si eso es así, sería importante tratar de unirnos primero para dar testimonio de unidad. No puede ser que habiendo varias iglesias, todas mi digan que son verdadera, y me propongan un camino para llegar y vivir en Jesús.
¿Por qué no me puedo poner yo también mi propio camino? Quizás ese sea uno de nuestros mayores fallos y errores. Presentarnos seguidores de Jesús y tratar de seguirles divididos y cada uno por un lado. La historia nos descubre esas escisiones de la Iglesia que la dejan mal y separada, y de difícil imagen de ejemplo y unidad. No obstante, el mismo pueblo elegido por Dios estuvo siempre en guerras y separaciones internas.
No damos imagen de Iglesia cuando caminamos separados, pero tampoco cuando cada cual hace lo que le parece mejor. Suponiendo buenas intenciones, pero quizás intoxicadas por el propio egoísmo que nos caracteriza. Ni tampoco de mucha fe, cuando en el centro de nuestro corazón no está Jesús, y mucho menos reina en él. Eso explica que nuestra preparación sea deficiente. No en cuanto a contenido, sino a realidad vivida.
La vida cuando se vive desde el compromiso y el encuentro con Jesús, se transparenta y se transmite de otra forma. Hay errores, ¡claro, somos pecadores!, pero las buenas intenciones dejan su sello de amor y de perdón. Y la Iglesia se nutre así de creyentes que participan en proclamar esa vida interior que viven. La liturgia, catequesis, caridad y oración se viven de forma viva entre las comunidades, que componen la unidad común, y la fracción del pan se comparte haciendo visible ese amor que los convoca y los sostiene unidos.
No parece que suceda eso, porque lo que se ve son actitudes instaladas, cómodas, asumidas e interesadas en vivir lo que cada uno le parece mejor según su pensamiento o compromiso. Se hace difícil encontrar soluciones, porque dependerán de ti y de mí. No pretendamos buscar soluciones porque quizás no las hay, sino de buscar el encuentro personal con Jesús y ver que has recibido y que puedes dar. Y en esa medida, aportando tus talentos, la Iglesia pueda encontrar su camino.
Porque tus pasos son también los pasos de la Iglesia. Y el Espíritu Santo que la dirige cuenta contigo. Así que en la medida que tú camines bien, la Iglesia marchará también mejor. Pidámosle esa Gracia al Espíritu Santo para que, entre todos, encontremos el verdadero camino que el Padre espera de nosotros. Amén.
1 comentario:
La Iglesia es una y en ella hay diferentes caminos, distintos carismas, pero sólo una Iglesia. Sigamos la libertad que el Señor nos da y escuchemos a qué nos llama, pero sin desviarnos de lo que somos: hijos de la Iglesia.
Un abrazo, Salvador!
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