Sí, necesito hacerme niño, pensar como un niño, y creer como un niño. Ahora, de las pocas cosas que entiendo es que debo pensar como un niño cuando se trata de mirarte y creer en Ti. Porque si no, mi cabeza, mi propio Herodes que llevo dentro tratará de rechazarte y hasta matarte. Sí, Padre, necesito ver las cosas como un niño.
Tengo el regalo que me has dado, mi nieto. Tiene tres años y habla del Niño Jesús como si de un amigo se tratara. Lo llevo a ver el Niño Jesús y habla contigo como si tal cosa. Tú, Señor, debes gozar con él. Te tienes entre sus mejores amigos, Peter Pan, Spiderman...
¡Y qué decir de los Reyes Magos! Sin lugar a dudas, tendremos que ser como niños para entrar en tu Reino, Señor. No se trata de creer de forma tan infantil. Se trata de creer lo que no podemos ver ni entender. No cabe en nuestra cabeza que te hayas encarnado en nuestra naturaleza humana, y en el seno de María. Y por obra del Espíritu Santo. ¡Claro!, no lo podemos entender, y nos cuesta mucho creerlo.
Pero esa es la fe de niño que tendremos que aceptar y ejercitar. Me lo creo, Señor. Me lo creo porque Tú eres el Hijo de Dios vivo. Ese Dios Padre que ha creado el mundo y todo lo que en él existe. Ese Dios Padre que ha hecho maravillas que nunca el hombre llegará a descubrir ni entender. Pues, si has creado todo lo visible e invisible, ¿por qué no has nacido encarnado en María? Tú, Señor, tienes poder para hacer eso y todo lo que te plazca. ¿Quién soy yo para pedirte explicaciones?
Por eso, Señor, te pido que me des la inocencia del niño y la pureza e intención de justicia de creer en tu Palabra y en el amor. Ese amor que une a todos los hombres y establece tu Reino en el mundo. Amén.
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