Y cambia todo lo que encuentres en él de impuro, de soberbia, de orgullo, de suficiencia, de carnalidad, de comodidades, de perezas, de engreído, de ambiciones, de codicias, de egoísmos... Sé que permaneciendo en mí todo seguirá igual. Sólo Tú podrás cambiarlo.
Recoges, Señor, mis infracciones, mis fracasos, mis penas, mis tristezas, mis falsas alegrías, y transformalas en buena semilla que produzca buenos frutos. Sé que mi corazón puede cambiar, pero cambiará en la medida que se deje bañar por tu Gracia. Por eso, tómalo, Señor, y acéptalo, pues es lo más grande que tengo y lo más importante.
Te pido, Dios mío, que aceptes mi corazón, un corazón enfermo, frágil y necesitado de tu Gracia para poder seguir el camino de encontrarte. Un camino contaminado de normas, leyes y preceptos que no ayudan a descubrirte y mirarte con ojos de amor. Porque solo el amor es la ley que nos salva.
Recibe, Dios mío, mi pobre corazón desorientado y sin rumbo, y oriéntalo por el camino que la Estrella guío a los Magos para que podamos encontrar la ruta que nos conduzca a los pies del Niño Dios que nace en Belén.
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