pero necesito también saber de tu existencia. Juan el Bautista lo tuvo claro, sin embargo también mando a preguntarte si eras Tú quien esperaba. Y Tú, gustado de no responder directamente, contestaste que observara que los ciegos veían, los cojos andaban y los leprosos eran sanados...
Juan entendió a la perfección y cuando llegó el momento oportuno señaló a sus discípulos que Tú eras el Mesías que había de venir. Y Andrés y el otro discípulo obedecieron y te siguieron. Y Tú, Señor les abriste tu corazón y les acogiste en tu camino. Y ellos quedaron maravillados con tu encuentro.
Un encuentro que demanda primero una búsqueda, un seguimiento, un riesgo y aventura de buscar y responder a ese deseo de felicidad y eternidad que palpita dentro de cada uno de nosotros. Quizás estemos muy distraídos con tantas luces, ruidos y ofertas que este mundo nos propone. Quizás no nos dejen pensar y nos entretengan con placeres y fiestas efímeras que siempre terminan dejándonos vacíos.
Hoy, Señor, te pedimos luz, atrevimiento, impulso irrefrenable para buscarte, para ir a tu encuentro, para experimentar tu Palabra, tu acogida, tu invitación, tu llamada, tu búsqueda y tu alimento. Como Andrés y el otro discípulo atraénos hacia Ti, respóndenos como a Juan el Bautista, y enséñanos a ver claro que Tú eres el Camino, la Verdad y la Vida, y toda esperanza que vive dentro de nosotros. Amén.
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