Es tiempo de pedir. En esta época del año los niños piden, y piden convencidos que sus regalos les van a venir. Al menos esperan con esperanza de que así sea. Sería bonito y esperanzador dejar que nuestro corazón se convierta por estos días en un corazón de niño, y que continúe así por mucho tiempo.
Necesito, Dios mío, un corazón voluntarioso y fuerte. Voluntad para no desfallecer y vencer la pereza y las comodidades que este mundo me ofrece como tentación de rendirme a sus encantos y dejarme mecer por el encanto del ritmo que la buena vida marca. Sin preocupaciones ni molestias por lo que pase a mi alrededor.
Necesito fortaleza para enfrentarme con decisión a las tempestades y embestidas de todos aquellos obstáculos que la vida, por si sola, se encarga de ponerme ante mi camino. Tempestades de envidias, de soberbias, de egoísmos, de vanidades, de placeres y todo lo que me aleja del amor por construir un mundo mejor, más solidario y más justo apoyado en el amor.
Y una tercera petición: algo de sabiduría y paciencia para saber caminar y evadirme de muchas tempestades imposible de vencer y superar. La luz que me ilumine para ver en la oscuridad de la noche y pacientemente dirigir mis pasos hacia la verdad y libertad.
No quiero nada más, Señor. No quiero riquezas, poder, halagos, privilegios. ¡Ah!, eso sí, un poquito de salud para poder servirte en los hermanos. Espero que no sea mucho, pero si así fuera y me haya excedido, aceptaré lo que Tú a bien decidas concederme. Eso, venido de Ti, será lo mejor y lo más conveniente. Amén.
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