Esa es mi pregunta Señor, ¿cómo caminar con esa angustia, amenaza y peligro? ¿Puedo acaso con la prudencia, la sencillez y buenas intenciones vencer la codicia, la avaricia, la soberbia y el egoísmos de los hombres? ¿Puedo, incluso, llegar a amarlos y perdonarlos aun sabiendo que peligra hasta mi vida? ¿Y cómo me lo pides a mí siendo yo también uno de ellos?
Como ves Señor, me hago un lío de confusiones que me debilitan y me hacen insoportable el camino. Sin embargo, Tú, firmes como una roca, me sostienes y prometes que si persevero me salvaré. ¿Por qué no soy capaz de creerte? ¿Por qué me fe se tambalea? ¿Acaso quiero un camino cómodo, fácil o sin muchos problemas? ¿O quizás sea que los problemas los quiero elegir yo y resolverlos yo?
Sí, Señor, creo que soy yo el problema que dificulta que tu Gracia pase a mi corazón, y que el camino, aún comprometido e incómodo, sea un camino de gozo y alegría como nos ha dicho el Papa Francisco. Y yo, a pesar de mis dificultades y problemas, me empeño en creerte, en seguirte porque creo en tu Palabra. Sé, Señor, que tu Palabra se cumple, siempre se ha cumplido, y me basta. Tú eres mi salvación y en Ti pongo toda mi vida.
Dame las fuerzas que necesito para nunca desfallecer y para hacer el camino, a pesar de lo pesado e incómodo que resulta, con la esperanza de que Tú vas conmigo y que de las espinas renace el gozo y la alegría.
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