Sucede que muchas veces obedecemos porque sentimos temor, temor a que nos pueda pasar lo más temido: la muerte. Sin embargo, agradecemos ese temor porque nos ayuda a darnos cuenta que la mejor elección es seguir los mandatos de aquellos que nos quieren.
Nuestros padres, en muchas ocasiones, se ven obligados a reprendernos y hasta obligarnos bajo amenaza de infringirnos algún castigo. Más tarde experimentamos y les damos gracias porque esa amenaza nos ayudó a obedecerles y a escoger la mejor parte.
Lo mismo ocurre con nuestro Padre Dios. La amenaza de perder la vida para siempre y vivir en la angustia y el sufrimiento por rechazarlo nos ayuda a abrir nuestros oídos y vivir en sus mandatos. Es el caso del Evangelio de hoy donde Jesús nos presenta bastante claro lo que puede ocurrirnos de elegir ser cizaña en lugar de buena semilla.
Dejemos hablar, con libertad, a nuestro corazón y abrirnos a la Palabra de Jesús, que nos advierte y nos llama a dejarnos, en sus Manos, convertir en buena semilla que brille como el sol en el Reino del Padre.
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