Todo bautizado queda configurado como sacerdote, profeta y rey, y comprometido a dar fe de su bautismo, es decir, de la buena noticia de ser hijo de Dios. Quien no habla de sus padres y de sus hermanos y de su casa. Sobre todo si su casa es Casa de salvación.
Todos queremos lo mejor para nuestra familia, y para nuestros hermanos. Pues bien, al ser, por el Bautismo, todos hijos de Dios, también somos hermanos, y como hermanos deseamos lo mejor para todos los hombres. Ese debe ser nuestro sentimiento y como tal debemos proclamarlo.
Sin embargo, experimentamos la pobreza de la codicia, de la envidia y la soberbia. Y nos volvemos egoístas y herméticos a proclamar la verdad. Necesitamos la Gracia de Dios para vencernos y dar riendas sueltas a la verdad y el gozo que habita en nuestro corazón. Necesitamos sentirnos enviados por el Señor, en nuestra Santa Madre la Iglesia, para ser testigos de la Verdad.
Unidos como hermanos, pidamos al Señor que nos dé las fuerzas y la sabiduría de ser testigo de su Palabra, donde quiera que vivamos, con nuestra palabra y nuestra vida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario