Señor, soy un pecador. Un pecador común que cae en las cosas más comunes de cada día. Me descubro asaltado por pensamientos impuros; me experimento cizaña que trata de estropear la buena semilla. Es verdad que siento que no quiero, y me arrepiento, pero percibo que soy vencido y tentado.
La cizaña de este mundo: comodidad, avaricia, ambición, prestigio, ser admirado y adulado, reconocido, poder riquezas...etc., amenazan con ahogar mis pobres y humildes semillas. Y yo necesito mantenerme hasta que Tú, Dios mío, la separes y la arrojes al fuego.
Sostenme erguido y firme, como un tallo fortalecido y robusto que soporte y aguante las embestidas de la cizaña, y cultívame, Padre mío, hasta que Tú decidas separar lo malo de lo bueno. Mientras, abona mi vida con tu Gracia, y llénala de tu fortaleza y sabiduría para que sepa permanecer en tu Palabra, Esperanza y Amor.
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