¿Dónde si no voy a acudir? Ni un pelo de mi cabello se cae sin tu permiso, Padre mío, y todo mi saber y proclamar me viene de Ti. A pesar de mi engreimiento, de mi suficiencia, de creerme mejor que otros, más inteligente o mejor preparado. Nada se debe a mi esfuerzo porque sin Ti, mi Señor, nada soy.
Sí, por tu Misericordia y Bondad, me has dado la oportunidad de ser libre, y con mi libertad decidir dejarme llevar por tu Espíritu o no, y en eso puede encerrarse mi insignificante colaboración o mérito, entre paréntesis, porque nada sería sin tu presencia.
Igual que un padre da a su hijo para que luego él le compre un regalo, así Tú me das la vida y la sabiduría para que luego yo proclame tu Verdad. Todo nace de Ti y, actuando en mí, vuelve de nuevo a Ti.
Gracias, Padre mío, por tanta dicha y regalos que he recibido de Ti. Sin condiciones, simplemente por Amor, y a merced de mi elección. Dame esa sabiduría que solo a los pequeños concedes y encoge mi corazón llenándolo de esa humildad, como hizo María, para poder acoger y vivenciar tu Palabra.
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