Se me hace pesado, duro, difícil, solitario... Las piernas se me paralizan y me pesan como si dos columnas de hierro se trataran. El cansancio me nubla la vista y el corazón amenaza con pararse. Mis labios están a punto de proclamar: ¡Basta, aquí me quedo!
¿Qué hacer? ¿Dónde te escondes Señor? Tú me has enviado, y ya se me empieza a olvidar tus Palabras de envío. El cansancio me puede y mis piernas desfallecen. Sin embargo, mis últimas palabras claman tu misericordia y suplican tu auxilio. Dame las fuerzas para levantarme y seguir el camino.
A pesar de mi agonía, quiero y me empeño en confiar en Ti. Tú no puedes fallar. Tu Palabra siempre se cumple. Tú tienes Palabra de Vida Eterna. ¡Lléname de paz, Señor, y repone mis fuerzas para emprender de nuevo la marcha hasta donde Tú me has señalado! En Ti y por Ti puedo acabar mi recorrido y cumplir tu Voluntad. Da respuesta a todos mis interrogantes, mis dudas e incertidumbre. Fortalece mi fe y aumenta mi confianza.
¡Señor!, no tengo a dónde ir. Tú eres mi Camino, mi Verdad y mi Vida. Hazte presente en mi vida y apodérate de ella. Quitame mi libertad y hazla tuya, pues estando en Ti soy verdaderamente libre.
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