Cuando alguien se propone caminar, lo inmediato es hacer una carta de ruta. Esa carta de ruta llevará todas las indicaciones que tendrá que hacer para llevar a buen puerto ese camino. Estarán previstas las posadas o descansos y los caminos a tomar para alcanzar el objetivo previsto.
Si bien, no todo se podrá prever, sí haremos lo posible por llevar el mínimo exigido y suficiente para soportar las adversidades y contratiempos del camino. De cualquier forma, siempre habrá unos riesgos y unos imprevistos que no se podrán prever, pero de antemano se cuenta con ellos.
No obstante, nuestro corazón alberga un impulso y un compromiso de llegar a la meta por encima de todo. De tal manera que, en la medida que vayamos encontrando obstáculos, todos quedarán en segundo lugar, porque lo principal es alcanzar la meta. No hay nada más importante que esa meta.
Y yo quiero hoy, Padre nuestro, pedirte para que mi corazón se llene solamente, en el camino, de esa meta que supone llegar a tu Casa. A la Casa del Padre. Llevo lo imprescindible, lo que Tú me has indicado: Amor y desapegos, y el alimento de tu Cuerpo y Sangre. Hay algunas cosillas más como la oración y el Rosario, pero pegado a Ti consigo mi descanso y repongo mis fuerzas para emprender cada día el camino.
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