No tengo otra palabra que pedir perdón y esperar confiado en la Misericordia de Dios, pero sólo eso no basta, porque he recibido unos dones para repartir con los que no los han recibido o no tienen nada. Incluso con aquellos que los ha despilfarrados. ¿O es que tú y yo no los hemos también despilfarrados, y lo hacemos cada vez que no cumplimos con los que debemos cumplir?
No es cuestión de desesperar, pero tampoco de relajarnos e inhibirnos de toda preocupación y solidaridad. Tenemos que esforzarnos en compartir y colaborar con los que lo pasan mal y no tienen que echarse a la boca. Tampoco se trata de dar de lo que nos sobra, sino de dar lo justo y también parte de nuestro tiempo.
Y es que lo gastamos en comodidad, pasarlo bien y, aunque eso también se necesita, despilfarramos mucho en lugar de entregarlo a acompañar y ayudar a los que necesitan de nosotros. Hoy Jesús nos lo describe muy bien en la parábola del rico epulón. No ayudaría leerla despacio y abiertos al Espíritu Santo.
Pidámosle al Padre Dios que nos infunda sabiduría y voluntad para entender y compartir lo que hemos recibido de su Mano generosa para el disfrute y bienestar de todos. Amén.
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