Si algo hay claro es que todo ser humano desea vivir y ama la vida. Pero una vida gozosa y plena de felicidad. Esa es la meta que todos perseguimos y esa es la propuesta que Jesús nos ofrece. Una propuesta que pasa primero por la aparente muerte terrenal, porque para el creyente la muerte no existe, sólo una transformación de una vida terrena, finita y caduca a una Vida plena y eterna.
Eso nos supone un recorrido terrenal duro, difícil y lleno de obstáculos que nos exigirán renuncias, voluntad y lucha constante. Sabemos que por nuestra cuenta no podemos alcanzarlo. Somos débiles y muy frágiles, y nuestra naturaleza está tocada por el pecado. Pero también sabemos que no estamos solos.
Jesús nos acompaña y nos da las fuerzas y la Gracia de su Espíritu para que podamos vencer y vencernos a nosotros mismos. En el Espíritu del Señor seremos capaces de dominar nuestros instintos, apegos, esclavitud y liberarnos de todo aquello que nos somete y nos arrastra por el camino del egoísmo y la comodidad.
Danos Señor la Gracia de Tú sabiduría para saber discernir los caminos por donde debemos peregrinar para, junto a Ti, alcanzar la Casa del Padre.
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